Vaquera

Córdoba, ¿un Campeonato de España trascendental?

editoriallEl pasado año se celebró en Córdoba el Campeonato de España de Doma Vaquera, organizado por la Asociación Andaluza de Doma de Campo. Entre sus objetivos principales se encontraba la “dignificación de la doma vaquera”. Para ello pusieron a disposición de los jinetes lo “mejor” para facilitar su estancia y concurso. Pista de calentamiento con intimidad; sala de espera con monitores para seguir la competición; picadero cubierto y un tratamiento personalizado por parte de la organización. Esto, por supuesto, contribuye a dignificar la vaquera. Pero hay otros factores que la dignifican.

En primer lugar, los propios jinetes. Lo normal es que los jinetes se presenten a los concursos con sus mejores caballos, capaces de competir al más alto nivel; orgullosos de su trabajo; o, también con dignidad, dejar de asistir a los concursos si estiman que factores ajenos al trabajo en la pista pueden contribuir a su mala fama o perjuicio. Tanto unos como otros dignifican esta manera tan peculiar de domar y montar caballos en Andalucía.

En segundo lugar, la afición. Una afición que, mayoritariamente, no jalea a ningún jinete que esté de moda, si no que sabe apreciar el trabajo de estos vaqueros y el nivel que alcanzan. Es la dignidad de la esencia vaquera, de los que saben distinguir el trabajo bien realizado, ese trabajo que les ha sido transmitido de padres y abuelos y que, en la pista de 60×20, saben realizar los movimientos que sus antecesores ejecutaban en la dehesa y otros ejercicios añadidos. Con cierta frecuencia no suelen coincidir los criterios de numeroso aficionados –que sí entienden de vaquera— con las notas que los jueces suelen firmar en sus actas; jueces que, en numerosas ocasiones, olvidan que los aficionados también saben de vaquera.

Y en tercer lugar, la dignidad debe venir de arriba, en este caso del organismo supremo, la Real Federación Hípica Española. Y parece que la dignidad es un concepto que en la disciplina de vaquera es vacuo. Desde la bochornosa final de Andújar, en el año 2007, en la que estuvo un representante de la Española ajeno a la Andaluza, nadie, desde entonces, ha aparecido, por los cuadrilongos vaqueros, procedente de Madrid. A partir de esta fecha, los jueces, mayoritariamente andaluces –supervisados por otros de la Federación Andaluza— han dirimido quién debería ser el campeón de España; y con criterios, en algunas ocasiones, dispares a los de la afición. Incumplimiento del aforo y del espacio vital de los jueces en el Campeonato de España celebrado en la Aldea de El Rocío en el 2013; valoración diferente en las clasificatorias del pasado campeonato, incluidos la sensación del fenómeno ‘deja vu’ en quiénes serían las medallas y el orden; y prepotencia al valorar la sensación de indefensión en el segundo clasificado –y en el tercero, cuarto, quinto…– que causa el juicio de que los que siempre protestan son los segundo. Efectivamente, el ganador no protesta nunca, siempre lo hace el segundo, el tercero, el cuarto… cuando sienten que no se los ha valorado justamente. Los jueces deben atenerse a lo que sucede en la pista de una manera honrada, no mostrando intolerancia al hacer creer a todos que ellos son los poseedores de la verdad y los demás no –recordar la también bochornosa actuación en el último Campeonato de Andalucía, donde tres jueces pusieron primero a un jinete y dos en los lugares undécimo y duodécimo (para que digan que el segundo siempre se queja de que no ha ganado. ¡Si hasta lo puede hacer el decimosegundo¡)–. El estamento judicial debe reflexionar más en la grandeza de la vaquera que en valoraciones parciales. No es que deban cambiar los jueces –que en algunos casos sería deseable–; es que deben cambiar de criterios, sin ningún tipo de influencias. El juez, en ocasiones, no lleva la razón –lo que ha sido demostrado en las actas, como hace unos meses en Tocina Los Rosales–, y no debe enrocarse en defender sus notas. La autocrítica es fundamental para el bien de la vaquera. Y parece que no existe mucha autocrítica, sino una huída hacia adelante, que va en perjuicio del Reglamento, del estamento de jueces, de los jinetes –los principales afectados por los criterios de los representantes de la Real Federación Hípica Española—y, principalmente, de la afición, que, en ocasiones, no “traga” las notas de estas personas que se creen intocables e infalibles, y firman. La Real Federación Hípica Española, a través de su presidente, que es el presidente de todas las disciplinas por igual y responsable en última instancia de los desafueros que ocurran o hayan ocurrido, debería tomar medidas por la dignidad de los jinetes de vaquera, de los jueces de esta modalidad, de los aficionados –que son muchos—y de la propia Federación Española. La dignidad nos hace grande. Las dudas, nos envilecen. ¿Será esta edición en Córdoba un momento trascendental? ¿Vendrá alguien de Madrid para supervisar el buen desarrollo de la competición? ¿Veremos un campeón sin subjetividades en los 60×20? ¿O será más de lo mismo hasta que venga una nueva generación? Por el bien de la vaquera, júzguese bien. Que no exista fractura entre la afición y los jueces –también los aficionados entiende de vaquera, en ocasiones más de lo que les gustaría a algunos–.

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